martes, 16 de noviembre de 2010




Lucio Cornelio Sila Félix (Latín: Lucius Cornelius Sulla Félix; Roma, 138 a. C. - Puteoli, 78 a. C.), fue uno de los más notables políticos y militares romanos de la era tardorrepublicana, perteneciente al bando de los optimates. Cónsul en los años 88 a. C. y 80 a. C.y dictador entre los años 81 a. C. y 80 a. C. fue el último gobernante antes los intentos por instaurar el imperio.
Tras distinguirse en la Guerra de Yugurta, la Guerra Cimbria, y la Guerra Social, los intentos de Cayo Mario por arrebatarle el control del ejército que debía combatir a Mitrídates VI de Ponto le llevaron a marchar sobre Roma y restaurar el orden por la fuerza de las armas, siendo la primera vez, pero no la última, que un ejército romano expugnó la propia Urbe. Tras dejar Roma en manos de un cónsul popular,Lucio Cornelio Cinna, y otro optimate, Cneo Octavio, marchó a combatir a Oriente, pero al poco retornó Mario, que, aliado con Cinna dio un golpe de Estado. Mario murió al poco tiempo, instaurando Cinna un gobierno autocrático y persiguiendo a los seguidores de Sila.
Éste derrotó en Oriente al rey Mitrídates, obligándole a firmar la Paz de Dárdanos en 86 a. C. Su vuelta a Italia precipitó la Primera Guerra Civil (84-82 a. C.), en la que derrotó a los líderes populares Cneo Papirio Carbón y Cayo Mario el Joven, sucesores de Cinna, mientras que un tercero, Quinto Sertorio, resistiría durante años a los silanos, atrincherado en Hispania.
Su victoria fue seguida por su dictadura indefinida, en que, además de perseguir sistemáticamente a sus enemigos, realizó una ambiciosa obra legislativa para tratar de restaurar el funcionamiento de las instituciones republicanas. Finalmente, cumplidos sus objetivos, volvió a la condición de simple particular, siendo el único dictador de la historia que, habiendo asaltado el poder absoluto por la fuerza de las armas, renunció voluntariamente al mismo.
Estos hechos hacen de Sila un personaje extraordinario y moralmente ambiguo. Político sagaz y militar genial, su carrera refleja fielmente su época: fue uno de los últimos defensores de la legalidad constitucional, pero también uno de los principales responsables de la caída de la República. La posteridad ha estado muy dividida en su juicio sobre Sila, considerado por algunos un monstruo sanguinario y elogiado por otros a causa de sus dotes políticas.
Su dictadura concluyó cuando Sila renunció repentinamente a la dictadura y se retiró del poder, convirtiéndose en un simple privatus.

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